La niña de ocho años tiene miopía y necesita lentes
Por: Mercedes Díaz. Mérida. Venezuela
Ante la novedad al recibir unos bellos espejuelos, se siente contenta, a cada momento se mira en el espejo, se remira. La niña va a la escuela y allí en los recreos, entre juegos y bromas, surge el denominativo “cuatro ojos” y entonces empieza el pequeñito complejo con el consecuente uso discontinuo de los lentes y, por último, el total abandono de estos en el fondo del bulto escolar.
Adolescencia, juventud, madurez… uso de lentes por extrema necesidad. Luego, el descubrimiento y disfrute de los lentes de contacto, ¡gran avance de la ciencia!, ¡maravilla de maravillas! No se siente nada en los ojos, pero…irritación ante una partícula de polvo; los lentes se corren o duele; se caen y es una hazaña encontrarlos sanos y salvos: muchos mueren aplastados por las pisadas del que busca, arrastrados por la escoba o devorados por el perro.
“La miopía se opera”, gran noticia de fin de milenio. láser, prodigio de la cirugía, invento extraordinario que acabó con el trauma de las operaciones. La niña, ya cincuentenaria, se pone en manos del Dr. George Antzoulatos, el gran mago de la visión, y es operada al tiempo que vive la experiencia inolvidable del láser.
Primeramente: limpieza de los ojos con gotas varias, vestimenta quirúrgica sencilla, más gotas y luego las espera ansiosa para entrar a “recinto láser”. Hay un grupo de personas aguardando para ser operadas. En algunas cunden una actitud temerosa, aprehensiva, o sea, la conducta habitual ante una intervención quirúrgica. Me alejo mentalmente, me relajo y visualizo el éxito y el anhelado beneficio para mi visión.
Por fin en el “recinto láser”. Una confortable camilla, una gota, un aparatito que inmoviliza el ojo, otra gota. A continuación, mirar hacia un pequeño punto luminoso, escuchar la orden “láser”, seguida de un sonido similar a un suave zumbido y la operación concluye.
Después, con un protector transparente, enfrentar la calle y comprobar que todo se ve claro, a la perfección, igual o mejor que con los lentes. Al transcurrir aproximadamente tres meses la visión alcanza su nivel definitivo de corrección y cada día se evidencia que hay más precisión y facilidad para captar y disfrutar con el sentido de la vista el mundo que nos rodea y las cosas que nos interesan.
Suele ocurrir que el “síndrome” de los lentes de contacto se haga presente en algunos momentos y que ante ciertas acciones nos preguntemos inconscientemente: ¿se me habrá salido el lente o se habrá caído? Y acto seguido la inmensa alegría, ¡pero si yo no uso lentes! ¡Tengo mi visión perfecta gracias al gran láser y al no menos grande George Antzoulatos!